"Todo se desordena a través de ellos,
todo encuentra su cifra escamoteada;
pero ellos ni siquiera saben
que mientras ruedan en su amarga arena
hay una pausa en la obra de la nada,"
Julio Cortázar, Los Amantes.
Esa noche llovía. Llovía con fuerza. De esas tormentas que el cielo se ilumina, que los truenos rompen el más profundo de los silencios.
Y lo que caía, de forma fina e intensa, no era agua, eran ganas, era deseo.
El cielo se iluminaba sí, pero lo que refucilaba, era el brillo de sus ojos.
Tronaban con potencia, a un volumen tan alto como para que sólo ellos lo escucharan, los latidos de sus corazones a ritmo acompasado.
Se miraban sin animarse a pronunciar palabra alguna, pero no hacía falta, sus miradas lo decían todo.
La de ella pedía a gritos que la besen. La de él mostraba esa sensibilidad diferente, que sólo los hombres de carácter duro pueden esconder tras su piel, y mostrar en sus ojos.
El aire condensaba diferentes aromas: un perfume seductor pero a la vez inocente, el humos de sus cigarrillos, los vapores de alcohol que emanaban sus vasos... esos tragos que mareándolos, los habían decidido a decirse todo lo que estaban sintiendo, pero sin mediar diálogo.
El frío asperaba sus pieles, pero las caricias que se profesaban a distancia prudente, las suavizaba.
Ninguno se animaba a romper ese campo magnético que a la vez que los unía, los separaba.
Hizo falta un movimiento descuidado de las manos de ella, que con la ternura que él le inspiraba, se acercó a su cabeza, para ordenarle el pelo desordenado.
Y ese campo que no habían podido quebrantar, pasó de ser magnético a uno de batalla.
Todas las sensaciones que llovían se arremolinaron, y sin ni siquiera pensarlo, de pronto sus bocas se encontraron en un beso tímido, como todos los primeros besos.
Se reconocieron perdiendo posiciones en esa guerra de vulnerabilidades, y descubrieron que lejos de perderla, de esa manera salían victoriosos.
Hasta acá llego. Y no es que no quiera contarles el final de la historia, simplemente no lo sé. Fui una simple espectadora, de la magia que se puede provocar con una confesión sin palabras.
A ellos todavía les queda darle el giro literario a ese cuento, decidir si entregarse los corazones para ser reparados o quedarse estáticos e incrédulos.
Ellos deben desatarle el nudo a la historia, ese que tienen en el pecho y que sólo pude desenmarañarse con más besos y con poca charla.
me encanto
ResponderBorrar@telalamo
Las mejores historias son las que no tienen fin.
ResponderBorrarlove you!
CLʚϊɞ
Hay muchas de esas historias esperando que se escriban los finales que les corresponden. Me encanta tu blog, siempre te leo :)
ResponderBorrarA veces sueño que no soy un hombre, no uno real, sino uno hecho de tinta y palabras. Si eso fuera cierto, quizás podría vivir una historia como esta. Pero aquí estoy, tan carne y huesos que me es difícil imaginar como podría ser cierto.
ResponderBorrarMariano
Dos almas no se encuentran porque si, cada alma esta siendo elegida por otro par. Para ir de la mano caminando juntas. Ya decia Borges :
ResponderBorrar"...y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes...y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad..." Hoy ellos se besan. Hoy sonrien. Hoy se miran y se encuentran.
Si tienen la valentia suficiente seguramente se encontraran en muchas miradas mas.
Te quiero linterna negra.
Mucho.
'Se reconocieron perdiendo posiciones en esa guerra de vulnerabilidades, y descubrieron que lejos de perderla, de esa manera salían victoriosos.'
ResponderBorrarAdoro las metáforas que elegiste para poner en palabras la acción de la conquista y para ilustrar la satisfacción de la presa esperando ser devorada.
¡Amo tu blog María! y me voy a seguir deleitandome un poco más.
Un abrazo fuertote
Dimi
Que lindo. Fue de repente sumergirme en el cuento y la música y todo eso y nada, lindo. Y dulce.
ResponderBorrarBesos