La belleza que atrae rara vez coincide con la belleza que enamora.
José Ortega y Gasset
Siempre me dicen que no tengo amor propio, que no me estimo como debiera. Y tengo la sensación de que cada vez que alguien me dice algo así, es porque aprecia más la estética que cualquier otra cosa.
Sí, no soy un ejemplo de belleza. Pero amo tantas otros aspectos de mí misma.
Quizás cuando miro un espejo elijo cerrar los ojos, pero cuando miro para adentro rescato cosas mucho mejores.
Lo más irónico: no es que me crea llena de virtudes, aprendí a amar mis errores. Aprendí a convivir con Mae toda. En sus cosas óptimas y en las no tanto.
Elijo darle la cara al mundo siempre, una bienvenida a todas las cosas buenas que están por llegar y a todas las cagadas que indefectiblemente me voy a mandar.
Pero cuando doy la espalda no me doy vuelta ni a mirar siquiera. Intransigencia que le dicen...
Me asumo ser humano por sobre todas las cosas y me admiro de poder cometer errores libremente. Es mi esencia.
Jamás ante las adversidades me pregunto “por qué a mi”, la pregunta es “por qué a mi no” y de ahí en más o se busca la solución (de existir un problema), o se toma mucha agua para pasar el mal trago.
Soy apasionada cuando amo y cuando me enojo. Me ciego, y prefiero cegarme con pasión que con necedad.
Soy irritable e iracunda, pero también muy disimulada.
La vida no es fácil para nadie, siempre se quiere la de al lado. Yo elijo quedarme con todos mis conflictos que en 30 años aprendí cómo analizar antes que con la vida “fácil” de otro que no tengo idea de cómo manejar.
Soy terca y orgullosa, con empeño. Con el mismo empeño que pongo para detectar mis propias culpas y saber pedir las disculpas que correspondan, aunque mastique bronca, la bronca de no tener la razón.
Tengo cosas a medias, que así las dejé por motivos valederos, pero también toda una vida por delante para poder terminar las que sí valgan la pena.
Soy leal, y eso es de lo que más me gusta de mí y de los demás.
Pierdo todos los duelos, pero finalmente lloro con ganas y puedo tocar el fondo de mi propia sensibilidad, que me recuerda que soy persona antes que nada.
No soy buena queriendo a los hombres, me enamoré una sola vez en la vida. La ventaja es tener el corazón intacto y lleno, la desventaja es otros corazones que se rompieron en el camino. Hay un rumor que dice que es porque trato a la gente con mucho respeto y generosidad dando lugar a confusiones, yo digo que es porque nunca me miraron a los ojos: mis ojos no mienten nunca.
Tengo amigos pocos pero buenos. De toda la vida, pero también cuento con la capacidad de generar nuevos amigos de esos que parece que conocés desde el útero. Y para mí, siendo el hombre un ente por naturaleza social eso es un mérito rescatable. Eso sí, todas las personas que me conocen saben que soy distraída y no esperan mi llamado diario. Aunque saben que voy a aparecer en el momento justo.
Pongo a mi familia por sobre todas las cosas pero no tengo reparo en sacar de mi corazón a cualquier miembro que no mantenga los códigos básicos que manejamos el resto. No mitifico muertos ni desgraciados.
Mi tía por ejemplo, es ciega y le amputaron una pierna: y es una vieja hija de puta que ya no ve ni camina. Mal que le pese escuchar eso a mi mamá cada vez que se lo digo. Se perdonar, me cuesta olvidarme, pero cuando perdono vuelvo a foja cero.
Dicen que no me escuchan muchas quejas de mis propios problemas y es verdad. Me cuesta mucho sublimarme a mí misma por ende me cuesta recibir ayuda y más aún pedirla. Eso no impide que esté siempre ahí para cuando alguien me necesite.
Los test dicen que además soy inteligente aunque soy muy vaga para darle uso.
Sí, no seré la flor más bella… y aunque lo fuera preferiría ser elegida por todo el resto.
Cuando lo que prima es la estética en la elección, uno se obliga a que “nos cierren” un montón de otros factores. Hasta que los años hacen lo suyo y es inevitable que todo esos círculos se abran.
Será por eso que yo tampoco elijo basándome en la estética. Yo quiero enamorarme de alguien que me ofrezca lo mismo que yo: dentro de 20 años seguir siendo los mismos, aunque más grandes. Con arrugas que en lugar de ser tortura sean cicatrices que recuerden como pasamos la vida juntos, como sufrimos, nos reímos, y aprendimos a acentuar todo aquello por lo que nos elegimos.
Sí tengo autoestima y muy alta, porque tengo un amor por mí misma de esos que me van a durar hasta que la muerte nos separe. Ahora me falta encontrar ese afortunado con quien compartirlo.
Y por último, a los que me dicen "creétela un poco más", les voy a decir que yo me creo y mucho porque lo que más rescato de mi, es mi honestidad con el mundo pero sobre todo: conmigo misma.
Y pese a todo lo mal que me caiga Shakira me describió como si me conociera...