domingo, 24 de julio de 2011

Pequeño recuento


La belleza que atrae rara vez coincide con la belleza que enamora.
José Ortega y Gasset


Siempre me dicen que no tengo amor propio, que no me estimo como debiera. Y tengo la sensación de que cada vez que alguien me dice algo así, es porque aprecia más la estética que cualquier otra cosa.
Sí, no soy un ejemplo de belleza. Pero amo tantas otros aspectos de mí misma.
Quizás cuando miro un espejo elijo cerrar los ojos, pero cuando miro para adentro rescato cosas mucho mejores.
Lo más irónico: no es que me crea llena de virtudes, aprendí a amar mis errores. Aprendí a convivir con Mae toda. En sus cosas óptimas y en las no tanto.
Elijo darle la cara al mundo siempre, una bienvenida a todas las cosas buenas que están por llegar y a todas las cagadas que indefectiblemente me voy a mandar.
Pero cuando doy la espalda no me doy vuelta ni a mirar siquiera. Intransigencia que le dicen...
Me asumo ser humano por sobre todas las cosas y me admiro de poder cometer errores libremente. Es mi esencia.
Jamás ante las adversidades me pregunto “por qué a mi”, la pregunta es “por qué a mi no” y de ahí en más o se busca la solución (de existir un problema), o se toma mucha agua para pasar el mal trago.
Soy apasionada cuando amo y cuando me enojo. Me ciego, y prefiero cegarme con pasión que con necedad.
Soy irritable e iracunda, pero también muy disimulada.
La vida no es fácil para nadie, siempre se quiere la de al lado. Yo elijo quedarme con todos mis conflictos que en 30 años aprendí cómo analizar antes que con la vida “fácil” de otro que no tengo idea de cómo manejar.
Soy terca y orgullosa, con empeño. Con el mismo empeño que pongo para detectar mis propias culpas y saber pedir las disculpas que correspondan, aunque mastique bronca, la bronca de no tener la razón.
Tengo cosas a medias, que así las dejé por motivos valederos, pero también toda una vida por delante para poder terminar las que sí valgan la pena.
Soy leal, y eso es de lo que más me gusta de mí y de los demás.
Pierdo todos los duelos, pero finalmente lloro con ganas y puedo tocar el fondo de mi propia sensibilidad, que me recuerda que soy persona antes que nada.
No soy buena queriendo a los hombres, me enamoré una sola vez en la vida. La ventaja es tener el corazón intacto y lleno, la desventaja es otros corazones que se rompieron en el camino. Hay un rumor que dice que es porque trato a la gente con mucho respeto y generosidad dando lugar a confusiones, yo digo que es porque nunca me miraron a los ojos: mis ojos no mienten nunca.
Tengo amigos pocos pero buenos. De toda la vida, pero también cuento con la capacidad de generar nuevos amigos de esos que parece que conocés desde el útero. Y para mí, siendo el hombre un ente por naturaleza social eso es un mérito rescatable. Eso sí, todas las personas que me conocen saben que soy distraída y no esperan mi llamado diario. Aunque saben que voy a aparecer en el momento justo.
Pongo a mi familia por sobre todas las cosas pero no tengo reparo en sacar de mi corazón a cualquier miembro que no mantenga los códigos básicos que manejamos el resto. No mitifico muertos ni desgraciados. Se perdonar, me cuesta olvidarme, pero cuando perdono, amya no ve ni camina. Se desgraciorque nunca me miraron a los ojos: mis oMMMi tía por ejemplo, es ciega y le amputaron una pierna: y es una vieja hija de puta que ya no ve ni camina. Mal que le pese escuchar eso a mi mamá cada vez que se lo digo.
Se perdonar, me cuesta olvidarme, pero cuando perdono vuelvo a foja cero.
Dicen que no me escuchan muchas quejas de mis propios problemas y es verdad. Me cuesta mucho sublimarme a mí misma por ende me cuesta recibir ayuda y más aún pedirla. Eso no impide que esté siempre ahí para cuando alguien me necesite.
Los test dicen que además soy inteligente aunque soy muy vaga para darle uso.
Sí, no seré la flor más bella… y aunque lo fuera preferiría ser elegida por todo el resto.
Cuando lo que prima es la estética en la elección, uno se obliga a que “nos cierren” un montón de otros factores. Hasta que los años hacen lo suyo y es inevitable que todo esos círculos se abran.
Será por eso que yo tampoco elijo basándome en la estética. Yo quiero enamorarme de alguien que me ofrezca lo  mismo que yo: dentro de 20 años seguir siendo los mismos, aunque más grandes. Con arrugas que en lugar de ser tortura sean cicatrices que recuerden como pasamos la vida juntos, como sufrimos, nos reímos, y aprendimos a acentuar todo aquello por lo que nos elegimos.
Sí tengo autoestima y muy alta, porque tengo un amor por mí misma de esos que me van a durar hasta que la muerte nos separe. Ahora me falta encontrar ese afortunado con quien compartirlo.

Y por último, a los que me dicen "creétela un poco más", les voy a decir que yo me creo y mucho porque lo que más rescato de mi, es mi honestidad con el mundo pero sobre todo: conmigo misma.

Y pese a todo lo mal que me caiga Shakira me describió como si me conociera...




lunes, 18 de julio de 2011

Lo que mata es no sentir.

"
"Sólo porque alguien no te ame como tú quieres, no significa que no te ame con todo su ser."

Gabriel García Marquez.








Un día te das cuenta, que aunque te negaste siempre a darte más allá del cuerpo, los sentimientos te sorprenden y te invaden casi como una violación.

Y como es típico, cuando tu vida gira en torno al fracaso pero siempre dentro de un marco de coherencia, una vez que estás listo para dar ese paso a empezar a vivir y sólo porque al fín encontraste en quien depositar esa confianza que creías no tener en nada, nadie ni en vos misma, es un imposible.
Como decía Churchill: "El éxito consiste en ir de fracaso en fracaso, sin perder el entusiasmo". Hasta la primer parte, fui toda la vida una exitosa. No debería sorprenderme que las cosas siguieran por su curso natural.
Pero no, esta vez no me quiero resignar, y saben qué? Una vez más, lo que yo quiera es lo de menos, y es justamente lo que no va a pasar.
Puedo jactarme de no haber recibido nunca el corazón en partes, y la causa principal de esto es no haberlo entregado por completo. Nunca me pasó de mirar a alguien a los ojos, y saber que todo iba a estar bien de una u otra manera, hasta que lo miré a él.
Siempre me rodeé de amoríos furtivos, o romances intensos, que no podían pasar de romance. De ésos en los que yo fui siempre el hombre de la situación... Y ahora, encontré un hombre que es mucho más hombre que cualquiera, y hasta que yo misma.
Me toca no dar el corazón y tenerlo roto de antemano. Esta vez, no me lo quieren aceptar ni en calidad de préstamo. Y es mi culpa.
Negarse a sentir, es negarse a ver cuando se te presenta esa persona que es mercedora de todas tus ilusiones, porque lejos de romperlas, tiene el don de hacerlas realidad. 
Pero... cuando uno se venda los ojos a propósito a menos que uno mismo se saque la venda, o como me pasó a mí, que me la sacó un viento... no se entera de nada.
Caminar con los ojos vendados, lo único que trae por consiguiente es tropezarse, caerse, y a veces, uno ya no puede levantarse.
Él me tiende la mano mientras estoy en el piso, pero no me tiende ni sus brazos, ni su boca. Y yo siento que entonces, prefiero seguir ahí tirada.
Algunos sabores, es preferible no conocerlos. Porque una vez que los probaste, no poder repetir la cata, duele hasta en la piel. Ese sabor, tienen sus besos.
Cómo puedo pedirle que tire abajo sus juicios, si yo no tengo como derribar mi pasado?
Todos podemos equivocarnos, así como tenemos que aceptar que no es excusa válida para que el resto del mundo nos acepte errados.
Y aunque yo quiera contarle todo lo que podríamos ser juntos, él no es que no quiera escucharme, es que no quiere ser conmigo.
Y termino entendiendo canciones de desamor, las de amor no las voy a poder entender nunca.
Me miro entendiendo que no tengo nada que ofrecerle. 
El tan especial y yo tan común y ordinaria. Yo buscando su destino, y el huyendo del mío a toda marcha.
Hay momentos que son únicos, y rememorables. Hay que encontrar la manera de hacerlos repetibles.
Aún resignada a no despertarme nunca en su abrazo, no dejo de buscar la manera de que él pueda tener también esas ganas.
Porque aprendí que lo que mata es no sentir, cuando sentir por él me devolvió a la vida.

No son los besos lo que generan adicción... son sus ojos.

domingo, 3 de julio de 2011

De teorías erradas


                                                                                                                                "No te quedes inmóvil 
                                                                                                                                  al borde del camino
                                                                                                                                  no congeles el júbilo
                                                                                                                                  no quieras con desgana
                                                                                                                                  no te salves ahora
                                                                                                                                  ni nunca
                                                                                                                                          no te salves"

Mario Benedetti



No creo en el amor o más bien, no quiero creer. Hace rato le perdí la fé y las ganas a eso de brindarse entero y que te retribuyan con rasguños, de esos que calan hondo el alma, que la dejan irreparable. O tal vez no crea en que existe alguien capaz de pagarme de otra manera.
No creo en que dos personas puedan planificarse juntas, complementarse.
Me niego a someterme a reuniones familiares, a compromisos sociales, a exponerme a ir entregando partes de mi corazón como un todo, que me será devuelto en partes.
No quiero ser hipócrita, debo confesar que alguna vez amé, y me amaron. Pero la vida hizo que, pese a todo ese amor, no podamos juntar su camino con el mío y hacer de los dos uno por el cual transitar de a dos. 
Creo que el amor no muere nunca, cuando es verdadero, sino que muta. Este mutó en una amistad particular y cómplice, con diálogos de felicitaciones, de consuelo, de llanto sobre cualquier cosa que no implique a otros amantes. Aunque en silencio ambos sabemos que cada uno ha continuado con su vida, y es bueno. Eso de contar con alguien que te conoce en profundidad, que te vio vestida como una reina, como un ciruja y hasta desnuda; que conoce tus estados sin mediar palabra. A quien le cediste alguna vez unir los dos cuerpos en uno, entrar en tu anatomía. Y todo confluído en esa rara transmutación de sentir lazos de sangre, de esos que te llenan el alma y que son libres de sexo.
Así me dediqué a vivir desde el día en que recuperé mi soltería y la posesión de todos mis sentimientos.
Busqué relaciones intensas, pero con hombres que no quisieran compromisos. Quizás porque ya los tuvieran o porque su corazón estaba tan atrincherado como el mío. Constaté siempre que alguna de estas condiciones se cumpliera, traté de evitar a toda costa lo inevitable. Las ideas claras confunden, y pese a que lo que pude cosechar fue en su mayoría buenos amigos o conocidos, me quedó algún enamorado que no entendió bien la consigna, y al que no me dejó otra más opción que pagarle con momentos valuados en pocos centavos, por las suntuosas eternidades que me ofrecía.
Y así llegué a los 30: totalmente convencida de que "Susanita" era un personaje digno de todo tipo de burlas. Pensando seriamente en entrar a un quirófano a hacerme una lipoescultura, de esas que se mantienen con los años, los años vacíos de embarazos, hijos o noviazgos/maridos problemáticos.
En casa dicen que soy un varoncito con tetas (porque tetas tengo, ¿O cómo creen que me conseguí los enamorados?), siempre haciendo el juego de seducción acorde a la presa en la mira de ese momento, dejando sonar eternamente el teléfono después de haber conseguido el objetivo. Porque los juguetes nuevos, después de un corto tiempo de uso, pierden la gracia.
Quizás atendí algún llamado desde un sillón cómodo, y rápidamente corté con la excusa de estar manejando en medio de un terrible embotellamiento. Sin explicar, claro, que lo único embotellado eran mis sentimientos en algún envase inviolable del que no los pensaba sacar para entregárselos a nadie.
Todo marchaba sobre ruedas. Mi corazón aunque impenetrable, seguía intacto. Mi cuerpo no tenía dueños, pero lo prestaba de a ratos. La música no me recordaba la sonrisa de nadie, menos su olor, ni besos. La música era simplemente eso, música.
Recomendé este estilo de vida a cuánta mujer, hombre o el sexo que fuera, que acudió a mí llorando por su enésimo fracaso. Basada en una teoría (mala por cierto) de que la manera de vivir en paz, con uno y con el resto, era justamente esa: mantener separados a "uno" y a cualquiera que puediera ser "resto".
No era feliz, pero tampoco lloraba por nada.

Y entonces... en ese jardín prolijo que era mi vida, con el pastito cortado al ras y los arbolitos bien podados según un diseño exclusivo y preciso... en el medio me creció un Hombre.
Mierda!
¿Tenía que pasar ahora?
Lo ignoré, después disimulé y me hice la boluda. No sirvió nada.
Ojo eh! no estoy hablando de amor, no soy tan tarada ni contradictoria. 
El amor no pasa de un día para el otro, es cosa de valientes y yo le vengo huyendo de pura cobarde.
Y acá lo grave del asunto: él me llenó de coraje. 
Pero si algo tiene un Hombre, es que te conquista aún sin proponérselo. Y un "varoncito con tetas" como la que suscribe, no tiene los dotes como para devolverle el favor.
Entonces delibero conmigo misma sobre la conveniencia de intentar ser una dama que le arranque unas ganas irrefrenables de conquistarme, y fracasar en el intento. O bien seguir siendo esto que soy, intentar seducirlo... y fracasar en el intento.
Acá es cuando tomo conciencia de que se me cayó el reino. 

Lo miro decidida a contarle todo, a decirle que lo quiero cuidar, que quiero compartirme con él y que él se comparta conmigo. Pero carezco de poder de persuacion, entonces con el poco valor que me caracteriza, desisto.
Todo el personaje que construí con tantas de mis lágrimas, se me viene a desmoronar con un par de sus sonrisas.
De repente quiero volver a creer, y no sé si él es quien finalmente voy a llevar a algún cumpleaños, o va a presenciar las actitudes insanas de mi madre en algún evento navideño... o si simplemente es un puente a conocer al desafortunado predestinado a un futuro, corto o largo, al lado mío.
Lo que puedo asegurar es que probar y ver qué pasa es una opción que no me disgusta. 
Destapar la botella y darle libertad a mis sentimientos.
Salir al mundo con el corazón en la mano a riesgo de que resulte aniquilado no me asusta. 
Será que confío en que cuando todo es tan natural surge una historia amor, o una gran amistad. 
Quizás sea mi fé en la capacidad de reparanos el uno al otro, para al menos, y si no somos nuestro destino, podamos abrirnos a la chance de salir a buscarlo. 

Y si hay una prueba de que mi teoría era fallida, es esto de que la música vuelva a tener un rostro que la saca de ser simplemente música, para ser rock.


viernes, 1 de julio de 2011

La Historia Sin Fin




"Todo se desordena a través de ellos, 






todo encuentra su cifra escamoteada; 
pero ellos ni siquiera saben
que mientras ruedan en su amarga arena 
hay una pausa en la obra de la nada,"

Julio Cortázar, Los Amantes



Esa noche llovía. Llovía con fuerza. De esas tormentas que el cielo se ilumina, que los truenos rompen el más profundo de los silencios.
Y lo que caía, de forma fina e intensa, no era agua, eran ganas, era deseo.
El cielo se iluminaba sí, pero lo que refucilaba, era el brillo de sus ojos.
Tronaban con potencia, a un volumen tan alto como para que sólo ellos lo escucharan, los latidos de sus corazones a ritmo acompasado.
Se miraban sin animarse a pronunciar palabra alguna, pero no hacía falta, sus miradas lo decían todo.
La de ella pedía a gritos que la besen. La de él mostraba esa sensibilidad diferente, que sólo los hombres de carácter duro pueden esconder tras su piel, y mostrar en sus ojos.
El aire condensaba diferentes aromas: un perfume seductor pero a la vez inocente, el humos de sus cigarrillos, los vapores de alcohol que emanaban sus vasos... esos tragos que mareándolos, los habían decidido a decirse todo lo que estaban sintiendo, pero sin mediar diálogo.
El frío asperaba sus pieles, pero las caricias que se profesaban a distancia prudente, las suavizaba.
Ninguno se animaba a romper ese campo magnético que a la vez que los unía, los separaba.
Hizo falta un movimiento descuidado de las manos de ella, que con la ternura que él le inspiraba, se acercó a su cabeza, para ordenarle el pelo desordenado.
Y ese campo que no habían podido quebrantar, pasó de ser magnético a uno de batalla.
Todas las sensaciones que llovían se arremolinaron, y sin ni siquiera pensarlo, de pronto sus bocas se encontraron en un beso tímido, como todos los primeros besos.
Se reconocieron perdiendo posiciones en esa guerra de vulnerabilidades, y descubrieron que lejos de perderla, de esa manera salían victoriosos.
Hasta acá llego. Y no es que no quiera contarles el final de la historia, simplemente no lo sé. Fui una simple espectadora, de la magia que se puede provocar con una confesión sin palabras.
A ellos todavía les queda darle el giro literario a ese cuento, decidir si entregarse los corazones para ser reparados o quedarse estáticos e incrédulos. 
Ellos deben desatarle el nudo a la historia, ese que tienen en el pecho y que sólo pude desenmarañarse con más besos y con poca charla. 






Ajam...

No esperes irte de acá con una sonrisa o con nuevos conocimientos. Esto es catarsis, es indirectas, es directas y es yo.




Gracias MX por ayudarme a expresar mejor la idea...