o de como una historia puede ser feliz pese a su final.
"A cuidarse. De la infidelidad al amor hay un solo paso."
"Encontrar es haber desencontrado. Desencontrar es perder. Perder es la esperanza de volver a encontrar. El círculo de las ilusiones."
@_lavacadrogada
Se encontraron, tarde pensaron, pero quienes son ellos, ni nadie para ponerle cronómetro al amor.
Charlaron horas, noches, días enteros. Sabían que no estaba bien, presentían que iban a romper todas las reglas del buen casado infiel y de la buena amante, pero se lo negaron, pudo más la atracción, no tanto física como química.
El primer beso, o su intento, fue un poco incómodo. Antes de que sus lenguas se tocaran, debían ponerle las clásicas palabras aclaratorias, esas que delimitan que ninguno quiere ni puede (por motivos muy distintos) encariñarse, ni acceder a nada que siquiera se parezca a una relación.
Y cuando finalmente concretaron el encuentro de sus labios, todo lo dicho antes, empezó a sonar a frase hecha, sin contenido real que la sustente.
Tuvieron entonces su primer noche juntos, durmieron abrazados, se cuidaron. Una noche de esas particulares, llenas de magia pero vacías de sexo. El principio del fin.
Inicialmente pasaban días sin verse, pero en un contacto cotidiano, casi adolescente. Después empezaron a extrañarse, y la catástrofe fue en ese momento justo en que dejaron de sentir nostalgia por los momentos compartidos, para pasar a necesitar compartirse.
Aceptaron desde el principio las bases y condiciones, pero ninguno de los dos había mirado la letra chica.
Se tocan, se miran, se besan. Y saben que cada encuentro puede ser el último, quizás sea por eso que intentan disfrutarlo hasta el segundo final. Ese en que se despiden, y ella se queda mirando como él se va. Grabándose la imagen de su espalda, sabiendo que en algún momento esa imagen va a ser el último recuerdo que los una. Y mientras tanto se van llenando de otros recuerdos.
Es una historia de amor, esas en que su final no significa fracaso.
Los miro de lejos, no creo que hayan notado mi presencia.
Los veo acomodarse la ropa y el pelo, después de haberse dado uno de esos besos con gusto a último.
Los miro pensando en qué sentirán en secreto y sin contarle al otro, cada vez que toman contacto con la realidad, de que de la infidelidad al amor hay un solo paso, y de ahí otro paso más, aún mas corto, a un final inevitable, tan inevitable como no querer que llegue nunca.
Él, mucho más racional. Ella, resignada por completo a terminar con el corazón roto, pero lleno.
Y siguen encontrando cómo hacer para parar el mundo, para ganar tiempo perdiéndose uno en los ojos del otro.
Y yo, que no creo en el amor, los veo como una excepción. Se les nota en los ojos.
Se abrazan para despedirse, como si no fueran a soltarse en un millón de años, y se les llena el pecho de un centenar de lágrimas, porque no tienen chance.